Vista mirando hacia el Área Destinada Voluntariamente a la Conservación, Parque la Colorada en Álamos, México.
Por Lenin Guerrero Oronia y Eduardo Gómez Limón, Dirección Regional Noroeste de la Comisión de Áreas Naturales Protegidas (CONANP)
Una de las herramientas para la conservación de la diversidad biológica en México que más interés ha despertado en estas dos últimas décadas es la certificación de Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVC). Creada mediante la reforma a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente de 1998, este programa voluntario es fundamental para ampliar la superficie protegida del país y preservar recursos naturales.
Un ADVC se refiere a superficies del territorio mexicano cuyos dueños, de manera voluntaria, han decidido destinarlo a la conservación. También busca reconocimiento legal a través de una certificación oficial, un proceso relativamente sencillo que se lleva a cabo a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. En esencia, un ADVC es un espacio natural en el que no se modifica el uso del suelo. No se talan árboles, y se respetan otras características importantes de la tierra, incluidas las montañas y las fuentes de agua, así como los sitios culturales sagrados. En general las ADVC no se oponen a la explotación ganadera o al aprovechamiento cinegético, en cambio pueden ayudar a poner orden en estas actividades, aunque lo principal es su contribución como resguardo de valores ambientales, como control de la erosión del suelo, como estrategia para mejorar la calidad y cantidad de agua capturada, incluso para mitigar los efectos del cambio climático y ayudar a conservar las especies, principalmente las que están en riesgo.
Las ADVC representan una categoría de sitios bastante amplia gracias a que el instrumento con que se certifican es muy adaptable, constituyéndose en una de sus mayores ventajas como herramienta para la administración del espacio natural para la CONANP. En este punto vale aclarar que cada ADVC es única, y requiere planificación por parte del propietario y CONANP para desarrollar objetivos, metas y estrategias de manejo de conservación. Para intentar explicar esto mencionaremos 3 casos destacados de ADVC establecidas en el Estado de Sonora.
Rancho El Aribabi (Imuris)
Ubicado en el municipio de Ímuris, en la zona central de Sonora, el rancho El Aribabi destaca como un sitio con vocación para el ecoturismo e investigación científica. Los propietarios se dieron cuenta del valor del área para la observación de aves y la comercializaron entre los visitantes que esperaban ver aves como el Águila Real, el Gavilán Aura, el Trogón Elegante, el Martín Pescador Verde, el Chivirín Sinaloense, el Tirano Pico Grueso o Tecolote Enano.
Una de las características únicas de este sitio es la vegetación diversa. A lo largo de las orillas del río Cocóspera, fresnos, alisos, álamos y sauces crecen entrelazados con el hábitat ribereño. También hay especies desérticas como saguaro y ocotillo, y montañas dominadas por pinos y encinos. Además de aves, se pueden encontrar ocelote y jaguares.
Conforme se investigan y se conocen más sus peces, anfibios y en general todos sus sistemas biológicos, el rancho ha sido escenario para nuevos registros de reptiles, es decir, especies descubiertas a raíz del interés despertado por esta ADVC.
Parque La Colorada (Álamos)
Al sur del Estado de Sonora, justo en la zona de transición entre la Ciudad de Álamos y el Área de Protección de Flora y Fauna Sierra de Álamos y Río Cuchujaqui, encontramos al popular Parque La Colorada, una ADVC administrada por una asociación civil que vio la necesidad de conservar los ecosistemas y al mismo tiempo proporcionar a Álamos un parque para el disfrute y la recreación de las familias de la localidad.
El Parque La Colorada es considerado un caso exitoso como proyecto de educación ambiental y de ecoturismo, pues ha sido adoptado por la comunidad de Álamos como el parque natural de la ciudad, un atractivo turístico que rivaliza con cualquier otro en esta ciudad colonial.
Quienes lo visitan disfrutan de sus senderos interpretativos y de una espectacular vista, ofreciéndose además como un excelente sitio para la observación de aves donde pueden apreciarse la Urraca Cara Negra, el Momoto Corona Café, el Perico Catarina, el Cuclillo Canela, la Chuparrosa Picuda, la Chachalaca Vientre Castaño y el Pico Gordo Amarillo, entre otras.
Asimismo, la vegetación de las 112 hectáreas del parque está conformada por especies de bosque seco tropical y selva baja caducifolia, incluyendo Palo Santo, Chalate o Amapa.
La Mariquita (Cananea)
A diferencia de El Aribabi que es operado por sus propietarios, el ADVC La Mariquita es manejado por el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica y se ubica en la región norte del estado de Sonora, 13 kilómetros al norte de la ciudad de Cananea y 30 kilómetros al sur de la frontera con Arizona. Cuenta con una extensión de más de dos mil hectáreas y destaca porque en este sitio se ubica el Observatorio Astrofísico Guillermo Haro funcionando desde 1987.
Reconocido como un sitio óptimo para la observación astronómica por sus cielos obscuros, La Mariquita forma parte de las “islas del cielo”, nombre dado a estas formaciones montañosas que se elevan varios metros por encima del nivel del mar permitiendo el refugio y conservación de especies distinguidas de flora y fauna, sirviendo además como fuentes receptoras de agua en el nacimiento de las cuencas hidrológicas de los ríos Sonora, San Pedro y Magdalena.
La vegetación de esta ADVC se compone de pastizal, encino, álamo y un pino frondoso denominado “Ayacahuite”. Su fauna está compuesta por una variedad de especies, muchas de ellas bajo alguna categoría de protección especial, tal es el caso del Águila Real que anida en esas montañas con inclinación singular y que se encuentra en la categoría de especie amenazada. Otras especies distinguidas de este sitio son la Codorniz Arlequín, la Chara Crestada y la Tángara Encinera.
Una perspectiva positiva
La Dirección Regional Noroeste y Alto Golfo de California de la CONANP ha certificado un total de 10 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación en Sonora y 5 en Sinaloa hasta el 2019. Con el continuo interés en el programa, esperamos que la cantidad de ADVCs continúe aumentando y expandiendo las áreas protegidas en México.
Gracias a que cada vez más se entienden las implicaciones legales del instrumento y los propietarios confirman que en todo momento mantienen la propiedad de la tierra, sea esta propiedad social como en el caso de ejidos y comunidades o propiedad privada, las ADVC es una herramienta poderosa para los esfuerzos de conservación en México.